Juan Manuel De Prada dijo: "La idolatría de la ciencia pretende [...] que el conocimiento científico y la fe religiosa son irreconciliables; y que la misión de la ciencia no es otra sino instaurar un Paraíso en la tierra que expulse la fe al lazareto de las supersticiones". Ver:
https://www.xlsemanal.com/firmas/201111 ... -1017.htmlCreo que esto que dice Juan Manuel De Prada es cierto. Puede comprobarse en Wikipedia si reemplazamos "la idolatría de la ciencia" por "el positivismo", y, más concretamente, por "el positivismo de Augusto Comte", por ejemplo. Supongo que De Prada ha preferido usar la expresión "idolatría de la ciencia" en vez de "positivismo", por cuestiones propagandísticas; mas no pierde razón por ello.
Ahora bien, creo que el positivismo está más cerca de la verdad que el fideismo. Y ello por lo siguiente.
Tal y como defiende De Prada, el conocimiento científico y la fe religiosa sí son reconciliables. Por ejemplo, los católicos aceptan la teoría darwinista de la evolución, porque siempre pueden decir que Dios intervino en un momento de la evolución biológica para infundir el alma espiritual en el homo sapiens. Y como esta hipótesis es incontrastable, se quedan tan anchos y no temen que sea refutada. Pero el método científico y la fe religiosa no son reconciliables, y además, el método científico es mejor que la fe religiosa, por lo siguiente.
1.- El método científico solo admite hipótesis empíricamente contrastables. Por ejemplo, la hipótesis de que Dios infundió un alma al homo sapiens es incontrastable, y por tanto no se admite en ciencia. Del mismo modo, la existencia de Dios es incontrastable, y no se admite como hipótesis científica. Aquí vemos que el método científico y la fe religiosa no son reconciliables.
2.- ¿Qué debemos creer entonces? ¿Que Dios existe o que no existe? Según la metodología científica y la razón filosófica, debemos creer que no existe. ¿Por qué? Porque si creemos en existencias no contrastables nos podremos en la imposibilidad de elegir entre creencias contrarias igualmente incontrastables. Por ejemplo, me imagino un Dios que premia con la vida eterna a los violadores, ladrones y asesinos. O me imagino el dios del espagueti volador, que premia con la vida eterna a quienes se pasan esta vida comiendo espaguetis y bebiendo cerveza con un colador de espaguetis puesto en la cabeza a modo de sombrero. ¿Por qué creer en el dios cristiano y no en cualquier otro? La fe nos lleva a situaciones absurdas de este tipo, y por tanto es mejor tacharla por supersticiosa.
3.- Lo diré de otro modo. El teismo y el ateismo no están a la par en cuestión de credibilidad. El ateismo es más creible. ¿Por qué? Porque quien afirma una existencia tiene la carga de la prueba, y sin prueba no hay que creer en tal existencia, más que provisionalmente para fines de investigación. Si no tengo pruebas de la existencia de Dios, puedo creer en él provisionalmente, precisamente para buscar las pruebas, pero no para más cosas.
Además de estar más cerca de la verdad, el positivismo es mejor para la vida que el fideismo. ¿Por qué? La misión de la ciencia es instaurar un paraíso en la tierra. Efectivamente, así es. Como apuntó Francis Bacon y afirmó Augusto Comte, "Conocer para prever, prever para poder". El fin último del conocimiento es mejorarnos la vida. Hay un deseo de conocer por conocer; pero si el conocimiento no fuera útil, seguramente no habría progresado tanto, sobre todo al entrar en conflicto con la Iglesia. Todos hemos visto los grandes progresos sociales y materiales que la ciencia y la tecnología nos han traído. Que levante la mano quien hoy mismo sobrevive gracias a la ciencia y la tecnología.
Y que levante la mano quien hoy mismo está vivo gracias a la religión. Es cierto que la religión puede consolarnos en momentos difíciles, y darnos esperanza. Pero tiene efectos secundarios perversos, como la ignorancia y el sometimiento a la autoridad. Y el consuelo y la esperanza pueden lograrse por otras vías sin efectos secundarios nocivos. También los ateos sabemos consolarnos con epicureismo. Y también la ciencia da esperanzas. Y cuando ya ni la esperanza queda, podemos saber morir, sabiendo que nuestro trabajo trascenderá en el progreso de la humanidad, o que se evaporará como polvo de estrellas en la inmensidad de la nada.