Hola Donostia.
En su momento me atreví a decir abiertamente lo que pensaba, obviamente no tan claro como lo plantea Harari.
No he leído Homo Deus (Breve historia del mañana), pero he leído Sapiens (Breve historia de la humanidad), donde el autor lo explica desde una perspectiva evolutiva, biológica y cognitiva; incluso nos aclara el número necesario de integración (que creo pedía kefas) y nos da varios ejemplos de las "ficciones de integración", que no serían otra cosa que sistemas meméticos (Dawkins).
Los humanos, como los chimpancés, tienen instintos sociales que permitieron a nuestros antepasados formar amistades y jerarquías, y cazar o luchar juntos. Sin embargo, como los instintos sociales de los chimpancés, los de los humanos estaban adaptados solo a grupos pequeños e íntimos. Cuando el grupo se hacía demasiado grande, su orden social se desestabilizaba y la banda se dividía. ¿Cómo podían ponerse de acuerdo en quién sería el líder, quién debería cazar aquí, o quién debería aparearse con quién? Como consecuencia de la revolución cognitiva, el chismorreo ayudó a Homo sapiens a formar bandas mayores y más estables. Pero incluso el chismorreo tiene sus límites. La investigación sociológica ha demostrado que el máximo tamaño «natural» de un grupo unido por el chismorreo es de unos 150 individuos. La mayoría de las personas no pueden conocer íntimamente a más de 150 seres humanos, ni chismorrear efectivamente con ellos. Pero una vez que se cruza el umbral de los 150 individuos, las cosas ya no pueden funcionar de esta manera. Un gran número de extraños pueden cooperar con éxito si creen en mitos comunes. Las iglesias se basan en mitos religiosos comunes. Los estados se fundamentan en mitos nacionales comunes. Los sistemas judiciales se sostienen sobre mitos legales comunes. Y, no obstante, ninguna de estas cosas existe fuera de los relatos que la gente se inventa y se cuentan unos a otros. No hay dioses en el universo, no hay naciones, no hay dinero, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia fuera de la imaginación común de los seres humanos.
Autores actuales critican la visión desesperanzadora de Harari, en el sentido de la responsabilidad que implica el reconocimiento de la propia condición; una implicación crucial es que el observador es parte de lo que se está observando, con el resultado de que las conclusiones y las acciones subsiguientes del observador se incorporan al sistema que se está investigando. Una vez que reconoces que eres parte del sistema que estás analizando, esto crea un imperativo moral para actuar en base a tus hallazgos y para crear conciencia de los demás con respecto a sus propias responsabilidades intrínsecas.
La crítica a Dawkins sería que aún postulando la teoría de los memes y reconociendo los sistemas meméticos como creadores de dimensiones culturales, insiste en crearse un enemigo ficticio (el “Dios-tapa-agujeros”, el cristianismo antiguo, el creacionismo fundamentalista) para librar sus encarnizadas batallas. No se trata aquí de cuál meme contribuye más a la integración social, pues justamente lo que viene a decirnos el autor es que ni a los genes ni a los memes les interesa nuestro beneficio sino su propia subsistencia (no tenemos genes y memes, ellos nos tienen a nosotros); se trata de la responsabilidad que deriva del (re)conocimiento de aquello en nosotros mismos.
Gracias Donostia por la observación, yo mismo no había visto el vínculo entre estos dos autores, pero sí, prácticamente es eso lo que quería decir 5 años antes de leer a Harari.
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